Hoy me he topado con esta
noticia que publica el diario El País y me han surgido algunas cuestiones que
quisiera compartir.
En nuestra preparación
como maestros o profesores siempre nos hablan de la atención a la diversidad y
adaptación curricular que debemos tener presente en toda práctica docente. Sin
embargo solemos tender a pensar que esta atención a la diversidad se refiere
sobre todo a aquellos con unas necesidades físicas especiales, o bien psíquicas
por poseer un coeficiente inferior a la media. Pero ¿Qué hay entonces de los
superdotados? ¿Cómo detectarlos? ¿Cómo tratarlos? ¿Cómo informar a sus
familias?
Supongo que estas
cuestiones serán tratadas en la mención de Educación Especial, pero ello no
supone que cualquier docente pueda encontrarse con un caso tan específico como
este.
Yo me he encontrado con
niños con necesidades educativas especiales por problemas psíquicos y físicos
de los que no tenía información pero siempre me he sabido adaptar bien a ellos.
Quizá porque mis clases son individuales y es más fácil hacer una atención
personalizada. Por lo tanto en un caso como el de un superdotado tengo mis
dudas acerca de cómo tratarlo en un aula de otros 20 o 30 alumnos más.
Por un lado, como dice la
madre de Raúl, “es un superdotado, pero sigue siendo un niño” lo que implica que
emocionalmente quizá debiera permanecer en el curso que le corresponde por edad
a fin de socializarse con los de su mismo nivel emocional. Sin embargo, su
nivel intelectual quizá requiera pasar a un curso superior a fin de evitar que
tome la educación y su aprendizaje como algo tedioso y sin sentido y todo su
talento se pierda por el camino.
Tengo constancia de que
existen escuelas (privadas) específicas para los casos de niños superdotados
pero no tengo tan claro si es lo más conveniente “encerrar en una burbuja” a
niños con estas capacidades, dado que cuando salgan al mundo exterior deberían
haber aprendido a socializarse y empatizarse con personas diferentes a ellos a
fin de ser y sentirse útiles también para/con la sociedad.
Por otro lado, parece que
la misma Administración que defiende en sus leyes la adaptación curricular de
este tipo de alumnado a fin de desarrollar plenamente su talento, no parece
estar muy por la labor de implicarse en ello, lo cual es una auténtica
vergüenza. ¿Para qué poner leyes si luego se les pone la zancadilla para evitar
cuplirlas? ¿De verdad es un “exceso innecesario” el aportar a este niño un
profesor de apoyo? ¿Qué está priorizando entonces la Administración: las
necesidades educativas de sus alumnos o el recorte en educación?
Aquí dejo mis dudas y mis
preguntas para quien le interese.
IRIS.
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